Aún quedan restos tuyos
en mi casa.
Gotas frescas de sangre yerta.
No duele tanto su presencia,
como que tú no me las reclames,
como que yo no te pida que las recojas,
mientras la sangre nos abandona
como si acaso,
ayer mismo,
no hubiera sido nuestra.
jueves, 6 de noviembre de 2008
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